Bajo el puente
En Zaragoza un grupo de magrebíes arraigados desde hace años en España donde han vivido y trabajado bajo los criterios de legalidad que nuestro país exige, se han visto abocados a una subsistencia precaria al perder sus puestos de trabajo y con ellos la posibilidad de acceder a una vivienda.
Su lugar de residencia es ahora un puente junto al río Ebro en el popular Parque Bruil de la capital aragonesa, donde han organizado una suerte de campamento con colchones, mantas, tiendas y todo aquello que les permita resguardarse del crudo invierno zaragozano. Sin embargo, el puente no puede resguardarles de las agresiones de grupos xenófobos, robos, asaltos en la noche…, en definitiva de los peligros de la vida en la calle.
Para ninguno de ellos ha sido fácil adaptarse a esta nueva situación ni asimilar que tras años de esfuerzo y de trabajo para conseguir una vida digna en nuestro país, ahora lo han perdido todo y obligados a vivir en la calle ante la ausencia de una red familiar o social en la que apoyarse, han pasado a engrosar las cifras de los excluidos del sistema. A pesar de todo, se enfrentan a sus problemas con dignidad, manteniendo sus hábitos de vida cotidianos como forma de no caer en la desesperación o en un aislamiento social absoluto.
El río Huerva desemboca en el río Ebro a su paso por la Ciudad de Zaragoza. Bajo uno de sus puentes un grupo de magrebíes ha establecido su lugar de residencia. Ab del Nour se asea junto al río en la parte más luminosa del puente. 
Algunos de los chicos no tienen ni siquiera un colchón que les aísle del frío y la humedad del suelo. Solo un manta con la que cubrirse en las duras noches de invierno, a menudo con temperaturas bajo cero.
Empieza el día y el grupo charla para organizar las tareas cotidianas. 
Sobre el puente, la ciudad despierta y la niebla envuelve los alrededores del río, en el Parque Bruil. 
El frío y la desesperación hacen mella en la voluntad y recurrir al cartón de vino es casi inevitable para algunos de ellos. 
Día del Cordero. Los chicos preparan comida tradicional para celebrar la fiesta musulmana alejados de sus familias. 
Con ramas húmedas prenden una hoguera para cocinar y calentarse. 
La preparación del café marroquí es casi un ritual. 
Sobremesa con tertulia, taza de café y juegos ayudan a pasar la tarde. Ante la imposibilidad de encontrar trabajo, el modo de subsistencia de estas personas consiste en la recogida de todo tipo de objetos arrojados a los contenedores, que intentan vender en el mercado “clandestino” que se organiza de manera espontánea la noche del sábado al domingo, en el antiguo parking de la Expo Zaragoza 2008, antes de que de comienzo el tradicional rastro de los domingos. De madrugada o en las primeras horas de la mañana la policía local hace incursiones en el improvisado mercado procediendo al desalojo del mismo, realizando identificaciones a los vendedores ocasionales, incautándoles sus pertenencias y en ocasiones imponiendo sanciones económicas por venta ilegal. El dinero que obtienen de la venta no suele superar los 30 euros, único ingreso económico del que disponen y con el que deben subsistir toda la semana.
En ocasiones un partido de futbol es el mejor remedio para entrar en calor. 
La madrugada del domingo con los carros y maletas llenos de todo tipo de objetos recogidos en contenedores se dirigen al otro extremo de la ciudad donde un mercado improvisado ofrece la posibilidad de obtener algo de dinero de la venta. 
Antiguo parking de la Expo Zaragoza 2008. La noche del sábado al domingo multitud de vendedores ocasionales se dan cita en esta zona antes de que de comienzo el tradicional rastro de los domingos. Al fondo los edificios emblemáticos de la modernidad urbanística de la ciudad: el Puente del Tercer Milenio y la Torre del Agua. 
El frío y el cansancio se acentúan a medida que avanza la noche. Las ventas no siempre van bien. 
A las 8 de la mañana el aviso de que la policía ha llegado obliga a recoger con rapidez, mientras los compradores apuran los últimos minutos para intentar conseguir unos zapatos usados a buen precio o incluso llevárselos sin pagar. 
Muchos vendedores se ven obligados a abandonar su mercancía mientras la policía desaloja el improvisado mercado, evitando así ser sancionados por venta ilegal. Al fondo policías de paisano salen en busca de los que han conseguido escapar con sus pertenencias. 
Tras el desalojo, comienzan la identificaciones en los alrededores del rastro.
Los servicios municipales de limpieza acompañan a la policía local y todos los objetos incautados o abandonados vuelven a los contenedores
Las constantes identificaciones a las que se ven sometidos por parte de la policía local y nacional, les obliga a exhibir sus permisos de residencia para demostrar la estancia regular en nuestro país. 
El Albergue municipal les ofrece la posibilidad de acceder una vez al dia al servicio de duchas. 
El servicio de comidas y cenas, así como el de pernoctaciones en el Albergue municipal se encuentra limitado. 
Una vieja foto de su padre ya fallecido es el único objeto que Mustafa conserva de su familia.
Al caer la noche es hora de volver al puente cargando un espejo que tal vez puedan vender en el rastro la próxima semana. 
Antes de dormir Ab Del Nour escribe una carta dirigida a su familia en Argelia. 
En la carta describe la difícil situación que esta viviendo en España.
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